jueves, 18 de febrero de 2016

TODO POR UN LIBRO


Luciferino declarado que soy, confieso que he vivido toda clase de aventuras eróticas de las más inusuales. Por ejemplo una que comenzó en una librería "San Librario" con un encuentro inesperado. Yo había regresado de Londres, luego de acompañar el solo show de uno de los artistas más controvertidos del momento O.M. en una de las galerías de arte más importantes del mundo D.S. No acaba de desempacar cuando recibí un mensaje por el inbox del face (me encanta esta nueva manera como el lenguaje se afecta por los medios digitales y las redes sociales, pues, era inimaginable hace algunos años incorporar estas palabras de origen anglosajón en nuestro vocabulario y jerga cotidiana); era el dueño de la librería que me informaba que el libro esperado ya había llegado directo de La Habana a Bogotá, y que si no pasaba a recogerlo los días siguientes lo vendería pues habían muy pocos ejemplares y tenía mucho pedido. El libro en cuestión fue el Premio de Ensayo Casa de las Américas sobre el escritor José Lezama Lima y su autor uno de los jóvenes intelectuales más prometedores del momento C.F. quien entre otras mantiene un portal como pocos titulado Militancia Erótica. Como he visto crecer a este monstruo de las letras, yo quería ese libro de manera que sin terminar de desempacar corrí a la librería y aún con el soroche; cada vez que regreso a la aneblada Bogotá, el mal de altura me pega y eso que ya no fumo esos magníficos cigarros cubanos. En esos días del mes de octubre del año pasado, Bogotá aún era aneblada antes de convertirse en una especie de infiernillo tropical, donde no llueve hace meses. 

De manera que tomé mi auto y me dirigí a la librería. Entré corriendo con la emoción de tener el libro en mis manos y con algo de agitación en mi respiración le informé al librero que deseaba llevar el libro. "Tengo otros libros traídos de Cuba que pueden interesarle" me dice como buen vendedor casi adivinando que yo los iba a comprar. Y si terminé comprando el libro esperado y dos más. Y vi un libro que atrajo mi atención de un solo golpe de ojo: "El puente de la visión" diario de Delacroix. Vi la edición y la hojeé. Vi las ilustraciones e inmediatamente le dije al librero: "Me llevo este". "No lo siento- me dice él- ya está vendido; es de ella" y señalando con su mirada a un mujer, no muy bella por cierto pero extremadamente sensual con una mirada de esas que le gustan a todos los demonios como yo. Una mirada así no puede dejarse suspendida en el aire; de manera que la atrapé con el rabillo de mi ojo. Con una voz  de adolescente que no encajaba con ese voluptuoso cuerpo de una mujer de casi cuarenta años, ella me dijo: "Si quieres te lo presto", "Ah ok gracias".

El librero como sin esperar ese diálogo se apresuró a decirme: "Venga le tomo un foto"; él acostumbraba a tomar fotos de personajes que visitan su librería con libros tan importantes como el que acaba de comprar para postearlas en la red. Vuelvo a mirar a la mujer que estaba sentada detrás de un escaparate atiborrado de libros y pensé que quizá sería la amante del librero o su mujer. Por lo que me contuve de ir más lejos, pues desde hace tiempo ya, prefiero no tener líos con mujeres casadas o comprometidas. "Si quieres te lo presto", insistió una vez más ella y ya mi mirada se posó en sus generosos senos y le dije: "Sería genial pues ese texto lo uso en unos de mis seminarios sobre la escritura de artistas en la universidad." Sus ojos brillaron al descubrir que yo era profesor, sin duda había vivido cosillas con sus profesores la muy diabla; y tal como tal me lo contó más tarde, en efecto los profesores habían tenido un lugar privilegiado en su vida sexual. El librero otra vez interrumpiendo muestra conversación me dice: "Aquí tiene la factura..." vi el precio y me dispuse a pagar con mi tarjeta. "No recibo tarjetas", me dice. "¿Donde hay un cajero?" le pregunté y cuando me respondió salí corriendo a Carulla muy cerca donde vive uno de los artistas más importantes del momento G.A. Regresé corriendo y pagué di las gracias y me despedí con ese aroma de café agradable que sale del local contiguo a la librería y feliz por tener el libro de mi amigo C.F. en mis manos. La mujer se quedó allí pues los libros fueron más importantes que ella. 

Varios meses después, visité mi fanpage en la red y me di cuenta que había un mensaje en una foto que me había tagueado el dueño de la liberia: ¡Le livre de Delacroix!, decía el mensaje firmado por un tal L.L. Supe después que se llamaba O.U. El anzuelo ya estaba echado y yo caí como un pez hambriento. De manera que el encuentro no podía hacerse esperar. La invité a casa y aceptó feliz pues además éramos casi vecinos. Llegó, con un pantalón apretado que le dejaba ver un hermoso y gran culo, zapatos tenis, se había recogido el cabello con una trenza, que caía sobre sus hermosos senos que parecían iba a escapar de esa camisilla que les sostenía con cierta dificultad. Olía delicioso y como ustedes saben soy muy pero muy sensible a los olores. Charlamos de todo un poco, qué hacía ella, qué hacía yo... Tomamos algo de vino (Oh si in vino veritas), creo que era un Carmènere, si lo era, solo tengo ese vino en casa pues me encanta. Con sus labios ya rojos por el vino, los remojaba con su lengua como una condenada en un desierto. E hizo un gesto que desabotonó de un golpe su camisilla y simulado cierto pudor y con una risita malvada se volvió a abotonar. Uf, ese gesto bastó para que yo me lanzara a besarla y nos prendimos rápidamente. Nos paramos del sofá luego de yo tocarle esos hermosos senos y la arrinconé contra la pared que da entre el baño y mi habitación. Le puse mi mano entre sus piernas, y sentí ese calorcito húmedo que excita aún más. Ella hizo lo mismo y se encontró con mi verga dura y tiesa que la calentó muchísimo: "Quiero todo eso para mí sola..." me murmuro al oído mientras me quitaba mi jean, y se arrodilló como pidiendo perdón al cielo o dispuesta a tomar la hostia en su boca y mirándome con eso ojitos entre inocente y malvada que tanto me gusta en las mujeres, tomó mi falo y comenzó a lamerlo con mucha aplicación mientras yo le apretaba sus senos... Uf, ¡que maravilla de lengua¡, ¡qué maravilla de labios!, ¡qué boca más exquisita por todos los demonios juntos¡ La llevé a mi cama, quise desnudarla pero solo dejó su pecho al descubierto. "Todavía no, todavía no," me decía con mi falo en su boca: yo comencé a agitarlo con fuerza con mi nano derecha. mientras ella pasaba su jugosa lengua como si hubiese sido criada chupando mamoncillo. De hecho recordé mientras me lo chupaba, a una de mis amigas de años anteriores, que creció en una región donde el mamoncillo abunda y era experta en estos menesteres de menear la lengua. Un grito contenido intentó salir de mi garganta convirtiéndose en un gruñido y mi líquido vital había inundado sus tetas por petición de esta magnífica mujer, que me había conquistado por su lengua. 

Ese fue el inicio de un romance que duró poco más de mes y medio, donde nos pasábamos todo el tiempo juntos, hasta que todo comenzó a tornarse como en las parejas tradicionales: ¿Por qué no me has llamado? ¿No me contestaste? ¿Con quién está chateando? y toda esa sarta de estupideces que salen cuando el otro quiere dominarte y tenerte como una propiedad privada. En este sentido sigo siendo absolutamente comunista. Y recordé la canción de The Rolling Stones que tanto me gusta y que dio pie a este blog: "Ha habido tantas chicas que he conocido; he hecho llorar a varias, y todavía me pregunto ¿por qué? Aquí llega la pequeña chica, la veo llegar por la calle. Ella va sola. Hago lo que sea para complacerla, pero ella nunca romperá este corazón de piedra... Oh. no, no, no..." Así que seguí mi camino y volví a estar solo y, creo que es la mejor decisión que he tomado desde hace muchos años, seguir fortaleciendo mi corazón de piedra, pero agradeciendo al cielo, como no, por ese magnífico de libro de Delacroix que entre otras cosas, nunca me prestó y ahora dudo que lo haya comprado, pues no era el tipo de mujer para leer tales libros.

R.A-P. Bogotá, 18 de febrero del 2016.
Año del Mono.





lunes, 7 de enero de 2013

LA CANTANTE Y LA RUE VAUGIRARD




Si no estoy mal, era un invierno parisino como todos los inviernos parisinos: gris, lluvioso, no tan frío; los árboles no todos estaban desnudos, como esperando los vientos fríos del Este del mes de febrero donde en verdad la ciudad estaría inmersa en un verdadero invierno. Se avecinaban las fiestas de fin de año: navidad y año nuevo. Pero yo estaba absolutamente desconectado de esas fiestas, inmerso en mi soledad que compartía espacio conmigo en esa vieja habitación de un séptimo piso en la Rue Vaugirard, donde siglos antes vivían la servidumbre de las familias burguesas; hoy esos espacios son habitados por estudiantes; ahora no recuerdo el número de ese edificio. Esa habitación que era en realidad una buhardilla era mucho más amplía y cómoda que la tenía unos años atrás cuando vivía en la Rue Berzélius, cerca al Arco del Triunfo. Desde esta habitación podía ver la cúpula de Inválidos y también la Torre Eiffel. Era un espacio muy agradable.

Todas las mañanas me dirigía hacia la biblioteca de la Sorbona en bicicleta tomando la calle Vaugirard hasta la Universidad pues la calle desemboca exactamente en la Plazoleta de la Sorbona. Mi bicicleta que había comprado con algunos ahorros, era tipo holandesa y la compré desde la famosa huelga contra el primer Ministro Allain Jupé de derechas del gobierno de Chirac recién elegido, quien tuvo que renunciar por las huelgas que hicimos contra él; buena parte del país y particularmente París se paralizó por completo por las manifestaciones que comenzó con los estudiantes y luego con los trabajadores. Y por supuesto la mejor manera de moverse, en esos momentos, era en bicicleta. Eso fue en el invierno del 95, es decir dos años antes que transcurriera esta historia. Allí antes de entrar al Alma Mater me tomaba el acostumbrado café en la barra del L'Ecritoire, el café de la Plaza de la Sorbonne. Estaba cursando por aquella época mis estudios de DEA, diploma que ahora fue reemplazado por el Master 2, que es conducente al doctorado. Mi tema de investigación era "Antonin Artaud: le corps comme pre-texte et comme texte en soi-même", tesis dirigida por Geneviève C. una poeta, filósofa y anarquista que ya ha dejado este mundo por desencanto a sus casi setenta años. Yo creo que ella murió en verdad por pena moral y tristeza al ver lo que se avecinaba en el mediano oriente y los países árabes manipulados por occidente.

En aquél entonces, yo asistía a algunos seminarios de la universidad y uno de ellos era uno sobre música que tomaba con Constantin M. En ese curso conocí a un mujer encantadora de una belleza discreta, muy discreta que pasaba completamente desapercibida. Algo "gordita" o mejor dicho, bien entrada en carnes. "C", quien tenía en ese entonces unos veinti-cuantro años, tres menos que yo, tenía el cabello claro y liso, un rostro bello pero escondido en unas gafas inmensas. Su manera de vestir y más aún en invierno ocultaba aún más su cuerpo con grandes sacos de lana, faldas holgadas que le llegaban más a bajo de las rodillas y unas botas altas que subían un poco más allá de los gemelos. Con todo eso ella no inspiraba ni una mal pensamiento y tal punto que era casi invisible en el seminario pues habían otras chichas como la griega, la polaca y algunas francesas que si se hacían notar.

Sin embargo, una de esas tardes le tocaba el turno a ella de hacer su exposición oral que fue todo un éxito. El tema fue realmente apasionante: algo relacionado con Luigi Nono y su compromiso político. "C" tenía un voz hermosa y melodiosa y mientras hablaba se quitaba las gafas y se las volvía a poner con tanta delicadeza que descubrí en ella una sensualidad increíble y una mirada realmente hermosa. Cuando ella ojeaba sus apuntes, sus dedos se posaban delicadamente pero firmemente sobre las hojas y sus labios adquirían de manera extraordinaria otra forma hasta ahora oculta a mis ojos. Muy de vez en cuando sus manos acariciaban sus largos cabellos y la manera de enviarlos detrás de ella era verdaderamente muy seductor.

Esa misma tarde al terminar nuestro seminario, todos los del grupo salíamos a tomarnos una cerveza en L'Ecolier, el otro café de la plazoleta. La charla entre todos estaba muy animada. De repente ella se levanta y dice me voy, tengo que tomar un tren. "¿Cómo así a dónde te vas?" le pregunto y "C" me responde: "A Lyon, yo vivo y trabajo allí y solamente vengo a París para este seminario; mi tren parte a las 7:00 p.m. en punto." En ese momento, nos damos un doble beso en las mejillas para despedirnos y uno de ellos se escapa ligeramente rosando nuestros labios que dibujaron casi al mismo tiempo una sonrisa cómplice. Aún recuerdo el frío de su nariz que me parecía supremamente excitante. Me hice la promesa que la próxima semana no la dejaría escapar y así fue.

Tuvimos el seminario y en la "pausa cigarillo" (creo que en mi vida no había visto fumar tanto como a los franceses; hasta los profesores hacían pausas para salir a fumar) la invité a caminar un rato por el Parque de Luxemburgo que queda muy cerca a la universidad. Ella me dijo: "Sí, esta vez no quiero tomar cerveza." El seminario se me hizo supremamente largo; los minutos parecían una eternidad. un seminario que duraba cuatro o tres horas de 1 a 4, me pareció que duraba el doble de tiempo. Pero mientras el tiempo pasaba nos mirábamos con cierta complicidad. El seminario terminó y nos precipitamos por la Galerie Colbert pasando por el Auditorio Bachelard para salir apresuradamente y tomar la rue Saint Jacques y dirigirnos hacia el Boulevard Saint-Michel. Llegamos al parque y comenzamos a charlar sobre la música. Allí supe que ella era cantante y de ahí la fuerza y encanto de su voz. Caminado con ella me dí cuenta que en verdad tenía un cuerpo muy bello: sus senos eran generosos y bien redondos; el sostén también hace milagros pensé. Pero sus piernas y nalgas se dibujaban con cierto encanto pese a lo poco atractiva que era su falda.

Nos detuvimos frente a la fuente de María de Médicis, que creo es el lugar más encantador de ese parque; la fuente es una replica perfecta de las fuentes del Renacimiento compuesta por una gran y alargada alberca encerrada por una hilera de columnillas que soportaban jarrones de piedra donde en primavera normalmente le adornan generosas flores. En el fondo un Tritón o quizá el mismísimo Neptuno, ahora no sé, mira con curiosidad a una pareja de jóvenes amantes. Esa escena nos sedujo inmensamente e inmediatamente nuestra conversación se tornó hacia el amor y el sexo. Nos imaginábamos las fiestas orgiásticas que se haría en aquella época alrededor de esa fuente, incluso en la misma fuente: !Ah, reyes canallas! En ese momento me acordé que en un cinema que ya no debe existir y del cual no me acuerdo el nombre, muy cerca de la universidad en la rue Clovis, pasaban el Decameron de Pier Paolo Pasolini, película inspirada en Boccaccio, esa magnífica cinta primera parte de la "Trilogía de la vida". La invité y ella aceptó gustosa pero insistiendo que temía perder su tren. A lo cual yo insistía, "No te preocupes tomas el siguiente..." Entre risas y risas esa era mi intensión o que realmente se decidiera a perder el tren. Ya veremos, pensé.

Entramos y nos instalamos en la sala que ya estaba en penumbra pues la película acababa de arrancar. Todos los que leen este relato deben haber visto esa película; de lo contrario entenderán a medias lo que que sucedió. Sino lo han hecho vayan inmediatamente a verla, es imperdonable que no lo hagan. La película comenzó meternos en tremenda calentura a los dos; cosa que nuestras miradas y nuestra previa conversación en el parque ya había hecho. Pero las escenas del magnífico Pasolini hicieron en nuestros deseos lo que tenía que hacer. Mi pierna tocaba inicialmente la suya y luego fue mi mano que comenzó a palpar el paño de su falda. Un paño inglés que era agradable al tocar. Luego mi mano se lanzó a tocar con más insistencia su muslo. ¡Qué piernas, dioses, qué piernas! En ese momento ya le película parecía no importar aunque nuestras miradas parecían estar concentradas en la pantalla. Luego yo intento subirle la falda y ella me detiene apretándome la mano. Pero sus manos, sus delicadas manos, estaban en este momento calientes, verdaderamente calientes: cosa que en esta época del año era cosa muy apreciable en ese París invernal. Pero su apretón fue como: un no pares. Mis caricias se concentraron en sus manos: nuestros dedos jugeteaban y luego nuestras manos simularon la cópula entre apretón y apretón y uno que otro pellizco. Luego mi mano se fue sin ninguna resistencia a su entrepierna y comencé a dejar jugar mis dedos hasta que sentí una cierta humedad que se evaporaba a través del espeso paño. Luego tome su mano y la puse en mi sexo. Ella timidamente comenzó a acariciarme y luego con más fuerza. No aguanté más y tomé su cabeza entre mis manos y mis labios se fundieron con los suyos inmediatamente. Mi lengua jugueteaba entre las comisuras de sus labios (cosa que a ella parecía excitar de una manera increíble) para luego juguetear con la de ella hasta que la mía terminó entre sus dientes... aauuu grito y ella sonríe. Luego vuelvo con más impetu pero esta vez poso mi lengua juguetea con el lóbulo de su oreja y su cuello...

La película no la terminamos de ver, como era de esperarse y ella tampoco tomó el tren hacia Lyon, sino hacia las 12h00 del día siguiente. La Torre Eiffel y la cúpula de los Inválidos, fueron testigos de nuestra noche y amanecer de sexo acalorado en esa noche de invierno, en el séptimo piso de la Rue Vaugirard. Su voz cada vez que ella tenía un orgasmo, resonaba en esas paredes y sin duda llegaba hasta la Esplanada de los Campos de Marte. Nos seguimos viendo durante varios meses hasta que la primavera comenzó y mi interés giró esta vez hacia otros horizontes.

R.A-P. París 7 de enero del 2013. A la hora donde todos duermen o casi todos, menos la otra mitad del mundo.




viernes, 4 de enero de 2013

DESEOS QUE ENSEÑAN.



El colegio ha sido ese lugar, desde siempre, donde uno comienza a sentir que el cuerpo es cuerpo y que la mente es capaz de todo lo inimaginable. Un lugar donde una cierta Educación sentimental (a lo Flaubert), se expone a disposición de los alumnos aunque la sexualidad queda restringida a ciertas clases donde se enseña anatomía, comportamiento y salud. Bueno eso era en mi época y eso remonta a más de treinta años atrás. Pero el relato al que me referiré en Corazón de Piedra, se remonta a la década de los ochenta: más exactamente a finales de los ochenta. Yo había sido expulsado de uno de los más prestigiosos colegios de Jesuitas de la capital, pues ya había acumulado una serie de faltas disciplinares que una más (el préstamo de una revista de playboy a los estudiantes de mi salón de clase en plena recreación: la recreación física no se podía confundir con la recreación sexual), haría que me quitaran la beca de la que gozaba. Y por supuesto, mis padres de clase media emergente, no podían para nada  pagarme la matricula. 

Llegué entonces a un colegio mixto por fortuna, inmerso y perdido en la principal universidad pública del país del Sagrado Corazón de Jesús, donde continué a desarrollar mis capacidades intelectuales y a despertar una líbido que dormía timidamente hasta entonces. Así, haya experimentado por esa época de adolescente, mis juegos eróticos con la muchacha del servicio como era costumbre en muchos de nuestros hogares, el contacto con mis compañeras del sexo opuesto despertaba un gran interés en mí por ir al colegio sin falta. Recuerdo esas mañanas frías, entrando al salón de clase, donde el cabello de mis compañeras a medio secar, con agradables olores a champú, dejaba aún escurrir algunas gotas sobre el saco de lana vino tino (pues usábamos uniforme). Sus faldas de paño gris y cortas con las medias blancas generaban a esa hora de la mañana una extraña sensación de hambre y ansiedad: exactamente como tener mariposas en el estómago que revoloteaban indisciplinadamente. La clase de educación física, que nombre más pertinente para ese entonces, era el momento perfecto para dejar volar mi imaginación que lograba explayarse a voluntad en las noches frías y húmedas en la soledad de mi cuarto.

Así pasó buena parte de mi bachillerato teniendo una que otra aventurilla muy escasa por cierto con mis compañeras de colegio. Hasta que en le penúltimo año, quinto de bachillerato se llamaba ese nivel, el colegio (que era en esencia un lugar de prácticas pedagógicas) acogía a jóvenes estudiantes universitarios de idiomas de semestres avanzados. Es así como llegó al colegio nuestra profesora practicante de inglés llamada "C". Una mujer trigueña de pelo liso largo que se ponía unas faldas ceñidas a su cuerpo que realmente era espectacular resaltando sus nalgas. Yo ocupaba estratégicamente la última silla de una de las hileras de pupitres del salón. Y desde allí pasaba toda la clase mirando al tablero y el cuerpo y las piernas con medias veladas de la profesora que en ese momento tendría unos veinte y dos años creo. Su rostro era redondo y sus ojos almendrados dejaban ver unas grandes y coquetas pestañas. Su boca de labios carnosos alentaba mi imaginación sobre todo cuando pronunciaba palabras como you, love, more... Creo que de ahí viene que mi inglés sea tan mediocre. Imposible concentrarme en las lecciones: ¡qué mujer dioses!, pensaba.

La profesora dejó su práctica pedagógica que fue de muy corta duración: solamente unos tres meses, dejándonos a más de uno al abandono, con la profesora titular que era un mujer anciana, bastante flaca, nada atractiva. Por supuesto mi inglés no mejoró para nada. Al contrario empeoró. La imagen de esta profesora me acompañó durante varias noches hasta que otras figuras del deseo vinieron a reemplazarla.

Pero el relato no acaba ahí. Unos tres años después yo ya había ingresado a la universidad a estudiar Bellas Artes (antes de que esta honorable carrera cambiará caprichosamente de nombre sin tener en cuenta la memoria y la tradición). Yo comenzaba mis prácticas de atletismo que intercalaba con mi taller de teatro y de pronto veo a una hermosa mujer corriendo los 1500 metros en el estadio. Inmediatamente mi corazón comenzó a saltar como si estuviese cronometrando ese paso veloz. Era ella, mi profesora de inglés. No dudé en saludarla, cuando ella paró de correr: "Hola "C"¿se acuerda de mí? Ricardo... fui estudiante suyo en el colegio en quinto"... "Claro que sí, como no me voy a acordar de usted, si usted no hacía sino desnudarme con la mirada". En ese momento, sentí que el cielo se me caía encima y la tierra comenzaba a tragarme. El calor se subió a mis mejillas... y le dije bueno gusto verla... y comencé a darle vueltas a la pista... Qué estúpido fui, mientras veía como ella se dirigía a los camerinos con su toalla secándose el rostro. Su cuerpo era aún más hermoso que cuando la tenía yo como profesora. De manera que aceleré el paso y antes de que ella dejara el estadio, le pregunté: "¿Nos vemos más tarde? E inmediatamente me contestó: "Ya era hora no?"...

Así comenzó una relación erótica maravillosa que duró algunos meses. Ella, que tenía unos seis o siete años más que yo, vivía cerca de la universidad en un apartamento que compartía con otras amigas. En ese apartamento pasábamos horas enteras tirados y tirando en un colchón de rallas azules. Las cobijas de tigre, esas que venden los ecuatorianos, servían para cubrirnos en las noches frías y húmedas de luna llena en esa Bogotá de cerros aneblados hasta que el calor y la calentura de nuestros cuerpos, volvían de nuevo a enviarlas al carajo. Nuestros cuerpos sudorosos y jadeantes se enredaban entre sí, generando un sólo cuerpo hasta el orgasmo. Me encantaba sus piernas, sus labios, sus nalgas.. en realidad todo su cuerpo que era de una verdadera atleta. Esa rutina era casi diaria, donde realmente aprendí mucho del amor y del sexo. Llegué a enamorarme de ella, pero por fortuna  no volví a saber de ella, pues viajó a Inglaterra a perfeccionar su inglés haciendo un master. Digo por fortunada pues en esa época teníamos sexo sin condón y creo que estuvimos a punto de tener un hijo. Hecho que me hubiese cambiado por completo la vida cómoda de estudiante. Supongo que ella, se habrá casado con un inglés y tendrá varios hijos o sea divorciada; una mujer así no podría pasar indiferente para los británicos ni tampoco estar felizmente casada para siempre. Comenzaba para mí la decada de los noventa; un momento algo difícil políticamente hablando para el país, que varios logramos sublimar haciendo el amor desaforadamente.

R.A-P
París, 4.01.2013

martes, 1 de enero de 2013

CORAZÓN DE PIEDRA.




"Ha habido tantas chicas que he conocido; he hecho llorar a varias, y todavía me pregunto ¿por qué? Aquí llega la pequeña chica, la veo llegar por la calle. Ella va sola. Hago todo lo que sea para complacerla, pero ella nunca romperá este corazón de piedra... Oh no, no, no... ¿Qué la hace diferente?  Realmente no sé. No importa cuanto lo intente, no puedo hacerla llorar... Pero ella nunca romperá, nunca romperá, este corazón de piedra, Oh no, no, no, este corazón de piedra... No me sigas mirando de esa manera. Si intentas hacerte la triste, solo me pondrás contento. Mejor escucha pequeña chica: puedes seguir caminando, no tengo amor, no soy para vos. Pero ella nunca romperá, nunca, nunca romperá este corazón de piedra. Oh no, no, no... Nunca romperás este corazón de piedra... Nunca lo romperás cariño... Será mejor, será mejor que te vayas..." 
Heart of Stone, The Rolling Stones, 1965. 

Comienza un nuevo año después que se había anunciado el fin del mundo el pasado 21 de diciembre del 2012 según las predicciones Mayas y afirmaciones de uno que otro demente que insistía en que los extra-terrestres le habían confirmado este suceso. Este año es el de la serpiente según el horóscopo chino. Pero para mí, esa serpiente es como el Uróboros, animal mítico que se enrolla en sí mismo mordiéndose la cola. Símbolo por mucho tiempo de la figura de El Eterno Retorno, tan importante para Augusto Blanqui, Friedrich Nietzsche, Charles Baudelaire y Walter Benjamin. 

En efecto, este año comienza con un final, como ha sido todo comienzo anual desde el inicio de los tiempos... un final de una historia amorosa, de deseos, de pasiones, encuentros y desencuentros. Eso me ha recordado que el amor, ese "mal necesario" al cuerpo y al alma, ese eterno retorno: vuelve y comienza. El amor esa comedia que deviene ineluctablemente tragedia, será la esencia de este blog. Pero al amor al que me referiré, no es un amor platónico ni idealizado, sino absolutamente desencarnado; ¿Pero qué digo? No desencarnado sino ¡totalmente encarnado! pues está hecho de pura carne, sensibilidad, "piel erizada" diría Antonin Artaud. Un amor como lo evocaran Giacomo Casanova, Henry Miller, Anais Nin, Pier Paolo Pasolini, Giovanni Boccaccio, Tinto Bras,  entre otros tantos. Un amor que no conoce fronteras, un amor nómada, apasionado, ebrio, insensato -pero ¿acaso existe un amor sensato?-, ciego por supuesto y sobre todo un amor libertino y libertario, en esencia anarquista.

¿Quién no ha sentido la atracción fulminante de una mirada, de un cuerpo, de una sonrisa? Pocos se han resistido a eso y creo que ninguno lo ha intentado: ni el más abnegado asceta ha logrado resistirse a los encantos y pasiones del amor. Todos sabemos que dejarse encantar, en-cantar, del canto de las sirenas y los tritones para ser más generosos e incluyentes y, que me disculpen las feministas, pero quién escribe este relato habla desde un punto de vista de mero macho (esto por supuesto es una broma ya he tenido reclamo de mis amigas feministas que no pueden creer que yo haya escrito eso). Como decía, dejarse en-cantar es un asunto complejo, pues se puede terminar en las mismísimas profundidades de la locura, sino uno no guarda un mínimo de razón, amarrándose al mástil de su ebria embarcación que va como sin rumbo fijo una vez a zarpado en dirección de la mar de los deseos. Pero ¡qué diablos! Vale la pena perder la razón de vez en cuando, dejar que la mente corra libremente, mente-libre en los dominios del amor es sin duda satisfactorio y placentero, así luego se quede uno como extenuado, vacío, pero con ganas de recomenzar, pues bien dice el adagio popular: un clavo saca otro clavo; dicho de otra manera: no hay mejor remedio que el mismo mal y en asuntos del amor eso es muy cierto.

De manera que este blog Corazón de Piedra, será dedicado a recoger algunas memorias, algunos recuerdos de aventuras amorosas, verdaderas historias de amor otras, relatos eróticos algunos de un pirata ebrio, de un nómada infatigable, de un amante empedernido, de un seductor consumado... La ficción y la realidad se mezclaran quizá cuando los recuerdos sean algo borrosos; estas historias se recogerán no de manera cronológicamente y ordenada, pero sí a través del tiempo, es decir, desde que sentimos deseos de amar... Relatos que se extraerán de mis cuadernillos y de lo más profundo de mis recuerdos; no se con qué intensidad serán publicados ni mi interesa saberlo; quizá este blog termine hoy mismo... sin dejar salir a la luz algo que merecía salir a luz tal como bien lo hizo Catherine Millet. 

Corazón de Piedra rinde un tributo a esa magnífica canción de los Rolling Stones, y a todos aquellos y aquellas que aún creen que amar libremente y libertinamente es aún posible, donde las personas no son una propiedad privada... 

R. A-P.
París, primer día del año de la serpiente.

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